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Esas heridas que aun sangran: Las heridas de la infancia.

  • Foto del escritor: Mariangela Esposito
    Mariangela Esposito
  • 7 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 9 mar

Todos tenemos heridas con las que hemos crecido; algunos somos un poco más conscientes de su existencia, otros no tanto.

Pero aun cuando no seas consciente de tus heridas, ellas están ahí, y ocasionalmente vuelven a sangrar dependiendo del contexto, la situación y las vivencias de la persona a medida que pasa el tiempo, que movilizan elementos inconscientes de tu historia que ocasionan una reapertura de esa herida primaria.


Es una realidad que muchas de las cosas que vivimos tiempo atrás, tienen una influencia importante en nuestro presente; por tanto, es crucial no desestimar la trascendencia de esos sucesos, pues ellos pueden incidir incluso en nuestra salud mental.


Por tanto es valioso trabajar en ellas.

Nuestras experiencias tempranas nos construyen o nos destruyen, nos conforman o nos deforman, y de ellas dependerán un centenar de cosas en nuestro porvenir.

Ya sabemos que no existen padres perfectos, y que los errores que cometen (sin intención la mayoría de las veces), son consecuencia de la desinformación o falta de la misma. Por lo tanto, algunos de esos errores que cometieron, pudieron haber generado heridas, que al día de hoy reviven cada tanto, generando malestar o sufrimiento psicológico, en diferentes escenarios de la cotidianidad.

No tuvimos la culpa de lo que nos sucedió, tampoco ganamos nada reprochando día tras día a nuestros padres por sus errores o sus faltas; así pues, lo único que nos queda es hacernos responsables de nuestra herida… porque es nuestra, y muy posiblemente aquel que la generó ni si quiera sabe que existe.

Sin mencionar, que nadie puede ir a psicoterapia por nosotros para resolver eso que, durante tanto tiempo, nos ha afectado de una forma u otra.

Entonces, ya que nuestros padres en su momento no sanaron sus propias heridas - esas que tal vez les llevaron a ocupar el rol de padres que ocuparon y a cometer los errores que cometieron – te toca a ti, en esta oportunidad, trabajar sobre las tuyas… Sanar es tu responsabilidad.

Entonces ¿Qué hago con mis heridas?

En primer lugar, y si me lo preguntas, pienso que lo más importante es reconocer y aceptar que hay partes de nuestra historia que necesitamos sanar, entender, resignificar y resolver. Nadie escapa de esta realidad, aun cuando cada historia es diferente y tiene distintos matices.

Hay heridas de heridas e historias de historias.

Existen personas que cuentan con muy buenos recursos personales - e incluso psicológicos (por ejemplo: las personas resilientes, con facilidades para la introspección o con un cierto nivel de autoconciencia/autoconocimiento) - y logran, por sus propios medios, reconciliarse con algunas de estas partes no resueltas de su historia; pero por supuesto, no llegarán al nivel de profundidad que algunos elementos de su pasado ameritan. No obstante, habrán podido “aquietar” un poco “las aguas” respecto algunos aspectos de su historia, o heridas del pasado, siendo esto únicamente la cúspide del iceberg.

Sin embargo, está claro que no todas las personas somos capaces de hacer esto en ausencia de apoyo y acompañamiento psicológico.

Así que, como parte de mi respuesta, el lugar indicado para hacerte cargo de tus heridas y tratarlas debidamente es en el consultorio de un psicólogo.

¿Por qué específicamente con un psicólogo?

  • Porque como especialista tiene la facultad para trabajar, éticamente, con el trauma que ha quedado impreso en ti.

  • Porque es la persona que se ha formado para ayudarte a identificar una cantidad de elementos de tu historia y su relación con muchísimos aspectos de tu cotidianidad.

  • Porque ha estudiado para comprender el comportamiento y la mente humana.

  • Porque es quien comprende de síntomas emocionales y psicológicos.

  • Porque logrará hacer una comprensión profunda de tu historia y ayudarte a desmenuzarla para poder incrementar tu autoconocimiento y para resolver eso que está en conflicto en tu interior.

  • Porque es la persona indicada para “tratar” (o dar tratamiento psicológico) a situaciones de origen psicológico y/o emocional.

  • Entre otras más.

¿A dónde irías si tienes dolor de estómago o si, constantemente, tienes taquicardia?

Supongo que me dirás que irías al gastroenterólogo o al cardiólogo, para cada uno de ambos casos. Si te preguntara de nuevo ¿por qué? Estoy convencida que me dirías “porque son profesionales que se han dedicado a estudiar para tratar este tipo de patologías médicas específicas” o quizás responderías “porque sencillamente es el profesional que más sabe de esa parte de mi cuerpo”.

No irías a un oftalmólogo si te duele crónicamente el estómago, ni al odontólogo si tienes taquicardias; vas al especialista indicado. Lo mismo pasa en términos de malestar emocional o psicológico.

Si quieres trabajar en tu historia, tus heridas de la infancia, y/o en la relación que has tenido con tus padres: vas al profesional indicado que te proporcione el “tratamiento” acorde a tu situación.

En conclusión

Nadie escapa de tener heridas, unas más profundas que otras; pero lo más importante es ser conscientes de que ellas habitan en nuestro interior.

Si consideras que has tenido una historia difícil, dura, e incluso hasta traumática (maltrato, violencia doméstica, abuso sexual, separación traumática de tus padres, pérdida o fallecimiento de alguno de tus padres; entre otras) y sientes que eso aun te afecta actualmente o ha tenido un impacto en tu vida, no dudes en contactar al especialista adecuado para atender esa parte de tu historia que tanto lo requiere.

Tal vez aun no eres consciente del impacto que ha tenido tu historia en la manera como es tu vida ahora; pero estoy segura que una vez que te sientes a revisar parte de ella, te darás cuenta que hay situaciones actuales que están un tanto relacionadas con tu herida… una vez que transites por allí, notarás también que algunas cosas comenzarán a ser diferentes, y podrás decir que la herida finalmente ha sanado.


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